Artículo publicado en Milenio, el día 4 de agosto del 2021.
En una de sus frases más célebres, el presidente López Obrador dijo que “el pueblo no se equivoca, o se equivoca menos que los gobernantes”. ¿Qué lecciones nos dejó la consulta?
La primera es que tenemos una institución electoral ejemplar. A pesar de que los poderes Legislativo y Ejecutivo se negaron a asignar recursos para la consulta, y de las muchas deficiencias de la legislación secundaria, el INE organizó y promovió una consulta técnicamente impecable.
De nuevo, mostró su capacidad de convocar a miles de ciudadanos que generosamente donaron su tiempo para instalar poco más de 57 mil mesas y contar las opiniones que se emitieron. El INE no puso las reglas ni elaboró la pregunta. Quienes lo responsabilizan de ello simplemente mienten, pues el instituto siguió las normas que los legisladores aprobaron.
La segunda es que los tribunales se equivocan cuando renuncian a la racionalidad jurídica y abrazan la lógica de la política. López Obrador quería una consulta para enjuiciar a los ex presidentes neoliberales. La Suprema Corte concluyó que esta materia era inconstitucional, pero una estrecha mayoría no quiso sacar la consecuencia lógica. Así nació la curiosa idea de cambiar la materia de la consulta, redactar una pregunta ambigua y desvincularla de cualquier acción concreta. La escasa participación confirma que la intervención de la Corte confundió en lugar de aclarar.
La tercera es que el juego de la retórica oficial desincentivó la participación. Por un lado, la Corte dejó en claro que la consulta no generaría investigaciones ni juicios penales. Por el otro, Morena insistió en que el ejercicio serviría para que Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña pagaran por sus crímenes. El asunto generó dudas sobre una cuestión elemental: ¿de qué trataba el ejercicio? Quizá por ello 87 millones de ciudadanas y ciudadanos no participaron.
Diversos colectivos intentaron resignificar la consulta y enfatizaron una de sus posibles consecuencias: la creación de comisiones de la verdad y otros instrumentos de justicia transicional. Aunque es difícil suponer que la mayoría acudió a las urnas pensando en esta alternativa, lo cierto es que se trata de una agenda valiosa que sin duda conviene retomar.
La consulta popular es una herramienta poderosa de democracia directa y participativa. Pero debe estar diseñada para contrapesar al poder, no para servirlo. Hay mucho por hacer para darle un diseño que le otorgue eficacia y sentido democrático. Las consultas a modo, sin financiamiento y sin contenido claro simplemente son un ejercicio retórico que sirve a la política y no a los derechos.
Finalmente, tenemos una muestra más de la compleja relación que tiene la mayoría política con las reglas. Parafraseando la máxima juarista: todo por la razón y el derecho (hasta que estorben).
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